Del huésped incómodo y sus obsequiosos anfitriones
No: Vox y PAN no son lo mismo como cree el Presidente, aunque en el pobre y desarticulado PAN haya desvariados en busca de tutela e identidad ideológica, que no doctrinaria. Lo correcto es indicar que, acaso movidos por un infantil sentimiento de orfandad, 13 senadores panistas y uno del PRI simpatizan con el rostro más impresentable de VOX: un partido antifeminista, islamofóbico, antiaborto y contra matrimonios homosexuales que promueve “la cultura de la vida y la familia” en los términos (inclusive políticos y económicos) de los “señoritos” amantes de la caza y la tauromaquia de la España rancia, descritos magistralmente en las novelas de Miguel Delibes.
Defensor de “los valores tradicionales y la unidad española”, VOX fue creado en plena democracia con resabios franquistas que perviven en la España cercada por el más retrógrado e intolerante clero; un clero estancado y nostálgico de sus privilegios que se negó a aceptar los cambios no se digan actuales, sino desde los establecidos por el Concilio Vaticano II, en 1962-3. Considerado ultraconservador inclusive por los conservadores miembros del Partido Popular que lo engendró, VOX obtuvo su registro en diciembre de 2013 y desde entonces, presidido por Santiago Abascal, comenzó a adquirir notoriedad y posiciones electorales, gracias al “desencanto” tanto de populares como de socialistas.
Desde que tengo memoria, en México los fanatizados de cualquier facción alegremente acusan de fascistas a quienes no se supeditan a sus preferencias ideológicas, políticas o autoritarias. Protagonistas de esa tendencia excluyente y sin fundamento, los seguidores de MORENA señalan sin ton ni son como fascismo y/o fascistas a opositores y discrepantes, sin considerar cuán peligroso es lanzar acusaciones que tienen a Mussolini, Hitler y Stalin como sus referentes más criminales y documentados. Tiemblo al escuchar el vocabulario propio o apropiado del Mandatario y sus secuaces porque su estilo condenatorio indica que para Morena, 4t o como guste identificarse, las palabras carecen de valor y trascendencia; es decir, a excusa de desacreditar “al otro” que no se supedita ni se pliega a sus exigencias lanzan vocablos como dardos envenenados quizá porque, ajenos a sus consecuencias, creen que términos tan cargados de sangre, brutalidad, injusticia e irracionalidad son inofensivos, irónicos o chistositos. Las palabras, quiérase o no, si importan. Tanto y de manera tan directa que hay que recordar que maldición es lo mal dicho y que cualquiera tiembla y hasta se enferma cuando se le mal-dice. Y si esto enferma y lastima lo contrario, la bendición, conlleva el mensaje sanador y bien-dicho que a todos consuela, reconforta y agrada.
El fascismo tiene sus muy particulares características que, como saben los que saben, están ampliamente identificadas desde sus orígenes tanto con sus representantes como por sus consecuencias históricas. Recordarlo es oportuno y necesario: los fascistas detestan a los migrantes y a las minorías, son monolíticos y centralistas, persiguen a los discrepantes, a los intelectuales y libre pensadores; pero especialmente aborrecen a los críticos. Movilizan a las masas a excusa de cualquier propósito, sus propósitos; aferrados al poder mediante un costoso programa propagandístico, exaltan “valores” como la patria, la raza, la honestidad, la lealtad y la presencia militar… Vaya, que no hay más que leer para saber, observar para entender y mantener la cabeza en alerta para no contagiarse de la confusión reinante.
También es oportuno recordar no hay una derecha, sino una gama amplia de conservadurismo que va de lo moderado a lo ultra. Lo propio vale para las mal llamadas “izquierdas”, que sólo los necios y los ignorantes emplean como sinónimo de comunismo. Así como se echa mano del fascismo como adjetivo también se emplea el término comunismo para combatir o defender, atacar, esgrimir o desacreditar posturas e intereses relacionados con el marxismo-leninismo, la dictadura del proletariado y, en nuestros días, con cualquier autoritarismo o totalitarismo que, con o sin sustento doctrinario, se presume “de izquierda” y contrario al capitalismo que ha devenido en neoliberalismo.
De cualquier índole, las inclinaciones ideológicas deben situarse en su circunstancia. En cualquier caso, las reducciones al vuelo son arriesgadas. Más arriesgadas y tendenciosas donde, empezando por una deficientísima educación mayoritaria, supeditada a intereses sindicales, sexenales, facciosos y con paupérrimo sustento bibliográfico –por decir lo menos-, la población más vulnerable parece entusiasmarse ante el efecto súbito y devastador del insulto. Etiquetar de fascista a una facción de la facción discrepante, entraña una intención maniquea. De por si es complicada la historia política del país porque es más lo que se ignora que lo que se sabe; luego, porque ha sido pobre su estudio documental y comparado. Fundar un partido del oposición al cardenismo, sin un vigorosa doctrina social, hizo de Acción Nacional un bando de contrapunto que funcionó en términos relativos hasta que tanto las clases medias como las instituciones civiles fueron madurando.
Desde 1939 y a pesar de sus iniciales simpatías sinarquistas, el PAN fue el puntal discrepante y el principal contrapeso del partido único que se ostentaba portador del “compromiso social de la Revolución”. Sin embargo, con el declive priísta y el ascenso de nuevos partidos organizados y con registro, por necesidad primero se “extinguió” el Partido Comunista en tanto y el PAN, sin ideario sólido ni moderno, se fue desestructurando, alejando del ideal político de sus fundadores -ya por cierto extemporáneos-, y quedando acéfalo (como el PC) al grado de carecer en nuestras días de dirigentes a la altura de una necesaria derecha moderada, sólida, confiable y capaz de contender en las modernas y difíciles circunstancias políticas.
De la infortunada bienvenida de 13 panistas a Santiago Abascal queda una obviedad que ni propios ni extraños pueden negar: no hay polvos de aquellos lodos; es decir, no hay cabezas a la altura de sus antecesores más destacados. El PAN que hoy ostenta tales siglas no se va a levantar ni con genios de la botella. A nadie importa lo que firmen o cómo lo firmen con VOX; menos aún en tratándose de una “Carta”/armadura contra el demonio del “comunismo” (¡pero qué despropósito tan fuera de lugar!). Las derechas están tan huérfanas en México como desorientado el conservadurismo, inclusive en el interior la Iglesia que, como institución, también y de suyo ha sido golpeada por la pederastia y los abusos de poder.
La conclusión, por consiguiente, es obvia: se crea un nuevo partido con ideario, inteligencia democrática y fundamentos laicos o asistiremos a los últimos estertores de una oposición otrora organizada y representativa de un sector de la sociedad. No puede ser más grave la posibilidad de remontar la desgracia del unipartidismo, con todas sus consecuencias, como se está perfilando.