La gran dignidad de Gisèle Pelicot
Fotografía de El Financiero, publicada en la web
Por lo tremendo del caso, ella pidió que fuera abierto el proceso en Aviñón porque “ninguna mujer debe sufrir por haber sido drogada y victimizada”. Arropada por sus hijos, cabe preguntarse de dónde tanta templanza al escuchar la descripción de las atrocidades cometidas por el exesposo. También consta en videos que la hija y las dos nueras fueron alguna vez abusadas. Los datos que han salido a la luz son tan estremecedores que Gisèle Pelicot dijo en el tribunal que su caso debía conocerse “para que la sociedad cambie su forma de tratar la violación, y para que cuando otras mujeres se despierten sin memoria, puedan recordar el testimonio del señor Pelicot”.
Efectivamente, ella, con su actitud, está cambiando la historia.
La grandeza de esta empresaria de 72 años de edad es admirable. Directiva de una gran empresa, ha sido la fortaleza y el principal aporte económico de la familia. Madre de dos hijos y una hija, durante cincuenta años creyó estar casada con un hombre gentil y amoroso: ejemplo dramático de cuán oscuro puede ser el revés de lo aparente, pues la casa familiar, pretendiéndose un hogar sólido y convencional, era una caja de Pandora con todas las calamidades controladas por el padre. A partir de este episodio terrorífico, que llegó a la justicia casi por azar, no habrá alegato femenino, en lo sucesivo, sin reivindicar la fuerza moral de una víctima a quien deberemos cambios sustanciales en la consciencia colectiva.
En Aviñón, durante los meses del juicio a Dominique Pelicot y a otros 50 hombres, la sala se lleno de periodistas en varias lenguas. Nunca se leyeron notas más estremecedoras ni más solidarias en favor de una mujer valiente que, con la cara en alto, pidió que el mundo se enterara de cómo su “buen y amoroso marido” la drogaba con una sustancia que subrepticiamente echaba al té o a los alimentos y la dejaba inconsciente. Atraídos por Dominique al través de internet, decenas de delincuentes sexuales acudieron durante más de una década al llamado para abusar de ella sin restricciones estando inconsciente. El degenerado no pedía dinero a cambio, “sólo discreción y dejarse grabar”.
La casualidad suele actuar en favor del destino. Nadie se habría percatado de lo que estaba sucediendo de manera subrepticia en su propio domicilio de no haber pillado un guardia de seguridad a Dominique filmando con su teléfono bajo la falda a mujeres en un supermercado de la Provenza. Puede decirse, pues, que la historia queda fechada, para cuestiones judiciales, el 12 de septiembre de 2020. Detenido y obligado por la gendarmería a presentar cientos o miles de videos, fotografías y resguardos electrónicos, ese fue el principio del fin del horror trágico que tuvo a su esposa como principal víctima. Ya en 2010 se lo había descubierto también grabando bajo la falda a mujeres con una cámara oculta en un bolígrafo. Sin embargo, fuera de haber sido multado con 100 euros, el suceso no pasó a mayores. Ante la descarga de evidencias que dejan los pelos de punta, porque inclusive hubo violadores enfermos de sida y otras afecciones, la propia Gisèle dijo que recordaba haber sufrido una pérdida de conocimiento un sábado de 2011 y que tuvo otras pérdidas inexplicables de conocimiento que supuso síntomas de alzhéimer o de un tumor cerebral. Ajena completamente a la perversidad del sujeto, nadie, menos aún ella misma, podría haber imaginado lo que le estaba ocurriendo.
“Es la hora de que la vergüenza cambie de bando”, dijo Gisèle ante las cámaras el primer día del proceso que duraría 5 semanas a cual más de espeluznantes por lo que se dio a conocer del 2 de septiembre al pasado 16 de diciembre. Lejos de ocultarse y llorar su desgracia, ella puso en valor la proclama feminista que cambiará muchas cosas: señalar al violador, no a la víctima. Ese es el punto: desenmascarar, poner nombre y rostro a los criminales, exigir justicia e insistir en la educación de la sociedad. No hay justificación ni defensa admisibles para monstruosidades etiquetadas como desviaciones sexuales que no están ni pueden estar exentas de obligaciones éticas ni morales.
Por su significación, vale casi transcribir la nota que, en decenas de diarios, ha sido prácticamente idéntica por coincidir con el resultado oficial del proceso a los implicados: De 72, años Dominique Pelicot reconoció sus delitos. Fue declarado culpable de tentativa de violación y violación agravada de Gisèle Pelicot. Culpable, además, de tentativa de violación y violación agravada de C. Marechal, esposa de Jean-Pierre Marechal -el “discípulo de Pelicot”-. Culpable, también, de difundir imágenes en perjuicio de su exesposa, así como de fotografiar a su propia hija Caroline y a sus dos ex nueras. Condenado a 20 años de prisión, esta malabestia recibió la máxima sentencia sin inmutarse. A poco, hundido en la silla, lloró cuando se leyeron las penas de los otros 50 hombres procesados en este juicio y declarados asímismo culpables, a pesar de que sus penas se dictaran por debajo de las solicitadas por la fiscalía.
Elevada a “heroína de Francia”, Gisèle decidió borrar el apellido y su pasado, pero sin renunciar a una batalla que, a su pesar, la ha convertido en la figura femenina más importante de cualquier feminismo. En adelante, será el símbolo de una lucha por el respeto y la concordia entre hombres y mujeres. Invito a los lectores a leer la información completa porque, abundante en información, esta tragedia ya es parte de nuestra historia contemporánea. Y más que el registro de la tragedia, debemos conservar en la memoria colectiva la ejemplar dignidad de la valiente víctima de algo tan tremendamente perverso, que en adelante ninguna batalla femenina podrá desatender esta lección de grandeza.
Mis respetos y admiración eternos por Gisèle.