Mujer en tiempos sin género (o de muchos géneros)
Las mujeres de vanguardia decidieron repudiar los dictados de la cultura que las engendró. No más dominio del hombre ni esclavas de sus caprichos; tampoco marcar en formularios la casilla del “género”, a menos que ésta indique “No-género”. Templadas en la insumisión, nada de seguir siendo la eterna invisible ni el objeto de los deseos masculinos. Autosuficientes de verdad, se acabó el modelo de la que no piensa por sí misma, la renunciante, la marginada, silenciada, golpeada, humillada, confinada, menospreciada, obrera domiciliaria… Es más: no ven compasivamente a las subyugadas ni quieren saber de las pasivas ante la vejación. La proclama no puede ser más simple (o más compleja): no al matrimonio, no a las relaciones, no a la maternidad, no a los compromisos sexuales ni a cuanto represente atadura. Ser libre, libre total de culpas, acosos, deberes y amenazas. Destacar en el trabajo, acumular dinero y ciertos objetos, vivir al día y experimentar lo que se ofrezca: tal la consigna.
Que el futuro de las culturas está en riesgo, dicen los conservadores. Que qué será de los pueblos, de la moral, de la humanidad por venir. Leo en ensayos cada vez más frecuentes similar preocupación por el porvenir y, aunque aplastados por una sobrepoblación pavorosa que hace pedazos la convivencia y el medio ambiente, hasta se dice que los que no quieren reproducirse atentan contra la continuidad de la especie. Bien visto, lo novedoso no es que las mujeres estén hartas del destino forzado; lo nuevo es que sean temidas y que sean escuchadas o siquiera notadas, aunque sea por su negligencia. Incluida la antigüedad y de manera sistemática desde la Edad Media los conventos eran el reducto de la muchedumbre que no se desposaba ni se reproducía (en apariencia), a pesar de que, sobre la forzada y sobrevalorada castidad femenina, en especial los curas hacían con abierta impunidad tanto o más de lo que ahora se les acusa a los cuatro vientos.
Si los feminismos del XX propiciaron el estallido de este fenómeno que abre puertas a una híper diversidad de géneros, el monetarismo global lo hizo posible mediante algunas máximas, consagradas por la “democracia”: “la competitividad es el secreto del éxito”, “por el dinero y la guerra, todo se vale”, “que gane más quien más empuje”, “si no me salvo yo nadie me salva”, “no quiero cargas, tengo el derecho a elegir”, “sólo yo soy dueña de mi cuerpo”, “primero mi libertad, mis ingresos y mi bienestar”, etc. Ejercer la autonomía existencial en los términos que cada una disponga, es uno de los mayores logros de las democracias, aunque vale decir que ha habido tiempos más licenciosos que otros y más hipócritas que otros. Logro o no, se está cumpliendo lo más temido y más condenado en cualquier patriarcado acaso porque, a su vez, ha sido lo más anhelado por quienes han aborrecido su suerte abierta o secretamente. ¿Qué más ventura que atentar contra el yugo de lo establecido? ¿Qué queda después de que la mujer deja de ser lo que los demás hacen de nosotras desde la cuna y lentamente?
Mientras que en el Tercer Mundo esto es inimaginable, en Europa lo llaman desafío, equidad en Canadá o Estados Unidos y en países como Corea del Sur, “cambio cultural preocupante”. Al margen de etiquetar un fenómeno cada vez más visible en sociedades prósperas, hay que aclarar que la libertad total, sin ataduras externas como no sean las laborales, requiere independencia económica, carácter enérgico, instituciones confiables y leyes laxas, pues no es lo mismo vivir en Irak, Afganistán o Arabia Saudita, Bolivia o India que en Gran Bretaña, Estados Unidos o Francia. Aunque aún se trate de minorías inferiores en número a los liderazgos masculinos, el perfil de mujeres o de “no-géneros” con altos salarios y puestos de dirección política o empresarial no difiere, en lo esencial, de sus pares masculinos. Ambos son de preferencia profesionistas graduados, agresivos, altamente competitivos y eficaces, individualistas, consumidores de artículos y servicios de lujo, viajeros, obsesivos con sus cuerpos y la acumulación del dinero, enemigos del envejecimiento y, ante todo, dispuestos a toda costa a mantener el control del propio destino mediante un modelo a medida. Así que ser, sólo ser por extravagante que parezca, tiene un solo propósito: “ser yo misma y a mi manera”.
Más allá de ideologías relacionadas con la sexualidad, del inagotable y terrible tema del maltrato y del feminicidio o de simpatías y diferencias respecto de las vertientes en pos de equidad, quienes han probado el éxito laboral, el hartazgo de los convencionalismos y/o la autosuficiencia económica, repudian abiertamente lo que las mayorías –y durante siglos- han identificado con lo femenino. Ya ni los genitales son determinantes del género pues nada puede ni debe darse por sentado. Hasta en las Naciones Unidas se analiza esta cuestión. A modo de ejemplo de hasta dónde se está institucionalizando el hecho, según la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de Nueva York ya no es válido referirse a uno, a dos ni a tres “géneros” porque, hasta donde las clasificaciones más depuradas indican, existen cuando menos 31 tipos de identidad sexual diferentes y clasificadas con términos acordes al uso popular. Para evitar actos de discriminación, bullying, tipificaciones ociosas o cualquier otro yerro que lastime a los defensores de la diversidad, el Daily Caller ha publicado una lista que, en lo sucesivo, debemos tener en cuenta para evitar susceptibilidades, faltas de respeto y los eternos prejuicios que se multiplican entre quienes gustan segregar e insultar:
1) Bigénero: persona que se mueve entre dos géneros, ya sea masculino o femenino, neutro y semi-femenino, etc. 2) Cross-Dresser: se viste con prendas del sexo opuesto en momentos específicos. 3) Drag-King o Machorra, en español, mujer que se viste y actúa como hombre. 4) Drag-Queen: hombre que se viste o actúa como mujer. 5) Andrógino: individuo que reúne los dos sexos. 6) Femme (chica): persona que se identifica con la feminidad convencional. 7) De chica a chico o al revés: nacidas con sexo femenino, pero con identidades o apariencia masculina (o al revés). 8) Gender Bender o Doblador de género: el que cambia, mezcla o combina los géneros masculino y femenino. 9) Tercer sexo: no se definen desde lo masculino o femenino ni con los sin género. 10) Genderqueer o Intermedio: sin identidad de género de hombre ni de mujer. 11) De chico a chica: nacidos con sexo masculino, pero con identidad y apariencia femenina (y lo inverso). 12) No Op: transexual no operado. 13) Hijra (de origen indio): miembros de un tercer sexo, intermedio entre los géneros masculino y femenino. 14) Pangénero: persona cuya identidad de género consta de muchas identidades genéricas. 15) Transexual: adquiere las características físicas del sexo contrario mediante tratamiento hormonal o quirúrgico. 16) Transpersona: término aplicado en comunidades específicas para diferenciar a las personas cuya identidad de género difiere de la asignada en su nacimiento, muxes, por ejemplo. 17) Mujer: persona de sexo femenino. 18) Hombre: persona de sexo masculino. 19) Buch o Marimacho: generalmente mujeres identificadas con hombres/machos sea física, psicológica, mental, social o emocionalmente. 20) Two-Spirit o Espíritu de dos: de origen norteamericano, encarna atributos masculino y femenino, tiene géneros distintos a sus roles sociales y viste con una mezcla de ropa masculina y femenina. 21) Trans: voz/paraguas derivada de transgénero. 22) Agender, no-género o sin género: no se identifica con ningún género. 23) Género fluido: un mix dinámico entre los dos géneros. 24) Transgénero no binario: ha cambiado de género, pero no se identifica con ninguno. 25) Hermafrodita: individuo que reúne en sus genitales los dos sexos. 26) Género dotado: persona cuya capacidad de género supera la binaria. 27) Transgénero: quienes se diferencian de las identidades de género hombre-mujer. 28) Femme Queen o chica reina: mujer transexual que toma hormonas y puede o no tener una intervención quirúrgica de cambio de sexo. 29) Persona de experiencia transgénero: ha sufrido un cambio, pero ha vuelto al original.
Sin desdeñar las aportaciones recientes al vocabulario vinculado a la sexualidad y al tema de los géneros, vale recordar que en varias culturas han existido de manera natural travestis, transexuales, transgénero o personas distintas y asimiladas en la comunidad. Vale citar a los muxes del Istmo de Tehuantepec: nacidos hombres con características y vestimenta femeninas, que en la mayoría de los casos se les educa en lo femenino convencional desde pequeños, aunque en la muxeidad caben varios modos de expresión y de conducirse. Algo similar al Mahu (hombre-mujer en lengua maorí), existente desde tiempos inmemoriales en las culturas del Pacífico y que ni la ferocidad amenazante de los misioneros católicos y protestante consiguió eliminar de sus tradiciones. Si Gauguin dejó numerosos testimonios y retratos pintados durante sus nueve años de vida en Tahití y en las Marquesas, Vargas Llosa, en El paraíso en la otra esquina, dejó al respecto algunas de sus páginas mejor logradas.
En suma, tanto las cuestiones de género como las concepciones ideológicas que se daban por sentadas, quizá hasta el cambio del siglo, reflejaban el carácter de las culturas, inseparables de creencias, dominios y religiones. Sin margen de tolerancia, durante siglos se clasificó lo femenino y lo masculino en base a intereses creados. Se prescribieron normas para determinar lo prohibido y lo permitido según móviles concretos, como la familia vinculada a la herencia, a la propiedad, al poder y a disposiciones circunstanciales de clase, raza, realeza, etc.
Todo, de pronto, cambió de golpe. Aun las feministas más osadas han sido ensombrecidas por las máximas de los (las) no-genero: individualismo y repudio al matrimonio. Rechazo absoluto a la maternidad. No a las relaciones de pareja. Ninguna atadura sexual y mejor si asexual. No a presiones directas ni indirectas del patriarcado. Jamás ceder a consignas sociales, religiosas o institucionales que encasillen la conducta con criterios de género. Ningún compromiso que atente contra la propia capacidad de actuar, elegir y decidir y ni siquiera identificarse con otra cosa que no sea el No-género. Se trata de ser libre de una vez por todas, sin el yugo de la sujeción ni el aval de las costumbres. Esta es la aventura liberadora más radical de la historia en lo que respecta a los individuos. En cuestiones fundamentales, las feministas formadas en el convulso siglo XX hemos sido rebasadas por esta locomotora del ser que se niega a ser clasificado.
Todo o casi todo es posible en la que Bauman llamó sociedades líquidas: se puede ser heterosexual en ocasiones, bisexual, homosexual esporádicamente, asexuado, travesti, transgénero, etc., sin que a nadie deba importarle y sin que “el otro” deba o pueda intervenir en el lugar o la actitud que transitoria o permanentemente cada uno disponga en su entorno. No más estar expuestas al maltrato domiciliario o laboral, no más exigencias de terceros. Lo que rige es ser dueños del propio tiempo, de la soledad, de los espacios elegidos y de los modos de relacionarse y comunicarse. Las tesis de Simone de Beauvoir, que hicieron de El segundo sexo una Biblia sobre la cuestión femenina, quedaron confinadas en el subsuelo de la memoria. Envueltas en corrientes vertiginosas, las demandas de equidad y derechos civiles y/o humanos se modificaron sustancialmente al traspasar el umbral del XXI. El mundo, los lenguajes y las posturas relacionadas con el sentido o el sin sentido de ser y de estar son flotantes, cambiantes, inasibles, impredecibles… Lo real, lo imaginario, lo posible, lo ideal, lo igualitario, lo existencial, la presencia y/o los derechos de las personas son cuestiones tan relativas como las “perspectivas de género”, como las concepciones democráticas, como las libertades y los derechos y, a fin de cuentas, tan imprecisas como el perfil del ser humano a corto y mediano plazo pues futuro, lo que se dice futuro es algo tan vago como los ángeles y el concepto de eternidad.