Pachanga panista: advertencia oportuna
La fiestecita de los panistas, con buenas razones, da mucho qué pensar y más que especular. Quizá a la espera de una “coyuntura”, el video en poder de Reporte Índigo se publica ocho meses después de ocurrida la “reunión privada” de parlamentarios, en el licencioso Puerto Vallarta. Como es de suponer, hay mar de fondo al exhibir distracciones de estos relamidos muchachos, a la sazón dedicados a “la política”, y con seguridad concentrados en dignificar este generoso país, tan habituado a dar a manos llenas a sus “mejores y disciplinados hombres”, sean de la facción que sean.
Por prejuicio o por vicio, desde los días de Manuel Gómez Morín y Efraín González Luna, el PAN, aún sin registro entonces y constituido como principal opositor y discrepante del sistema presidencialista, presumió decencia, incorruptibilidad, vocación democrática, amor patrio y cuanto cupiera en su conservadurismo no solo teñido de religiosidad, sino afín a la doctrina jesuítica, cultivada por las primeras generaciones fundadoras del Partido. Los tiempos cambian, como se sabe, y de aquellos abuelos no quedaría ni la foto de familia que las buenas gentes, mejor de provincia cual corresponde, gustan colgar en las salas de sus casas. Lo de hoy no es la fidelidad a un ideario ya extinto; lo de hoy es renunciar a los ideales, a las presiones de conciencia, al compromiso ético y a la inteligencia política, a cambio de arrojarse con todo para hacerse del poder, cultivar componendas y disfrutar sus beneficios absolutos.
Lejos están los días que hicieron afirmar al “Caudillo”, Álvaro Obregón, que “nadie resiste un cañonazo de cincuenta mil pesos”. Ahora hay cheques de quince millones o más para los comprensivos legisladores que levantan la mano a tiempo para aprobar reformas y modernizar al país. Nuestro “Ogro filantrópico”, al democratizarse, amplió sus habilidades persuasivas: ya no es necesario “arreglarse en lo oscurito” ni repartir castigos, congelamientos y muertes civiles a discreción. Gracias a la tecnología, los desobedientes o mal portados no deben cuidarse de ir en la procesión, sino de que meseros, “señoritas galantes” o vivos anónimos les quiten el palio y aparezcan, cuando menos lo esperan, como figuras estelares del Facebook. Nunca mejor dicho, el problema no está “en hacerlo” ni en ser bribones, sino en que los cachen y exhiban su verdadera naturaleza.
Dejaron de ser rentables la casa chica y los adulterios que dotaban de sentido y autoridad a confesores y confesionarios. Si bien la religión y el propósito de enmienda perdieron clientela en este país maltrecho, los pecados capitales sentaron en cambio sus reales, desde arriba y hasta abajo, en la mente y la conducta de los autonombrados intachables neoconservadores creyentes, mismos que prometieron “limpiar” el cochinero priísta. Decirse de Guanajuato, San Luis Potosí, Querétaro y Jalisco, donde florecieron los cristerios “defensores de la probidad, la decencia, la moral y la fe”, era algo así como mostrarse bueno e incorruptible, justiciero, decente y a prueba de las tentaciones del poder absoluto. Abiertos representantes de la intolerancia y estrechez de miras, al paladear las mieles gubernamentales, los panistas, desde el régimen de Fox, no han hecho más que dejar constancia de su pequeñez, su fascinación por el dinero y su incapacidad de siquiera aproximarse a los oficios políticos del PRI. Ineptos inclusive para sobrellevar la herencia de sus mayores, estos representantes de las derechas resultaron peores a sus rivales históricos y ni siquiera pueden ponerse de acuerdo entre ellos.
De que el panismo está en crisis, ni sus correligionarios lo dudan. De que los machines de siempre dan rienda suelta a su sexualidad primitiva, cuando pueden y como y con quienes pueden –mejor si al ritmo de “la quebradita”-, tampoco es cuestión que se ignore. No son las fantasías elementales de pobres diablos con ambiciones de poder y acceso a las bondades del erario lo que preocupa en lo fundamental, porque así es nuestra mísera democracia subsidiada. Tampoco la hipocresía de los mochos es tema inédito en la historia oral de la población. Es el declive político, moral, intelectual y social la medida de una sociedad tocada por el síndrome de la derrota. Y es que cada vez más y con mayor desvergüenza, se entroniza la medianía en esta infortunada República, donde brillan por su ausencia no solo las mentes lúcidas, sino hombres y mujeres mínimamente pensantes, responsables, congruentes o cuando menos conscientes de lo que significa igualarse hacia arriba en esta tierra de vencidos.
No que nos escandalicemos de sus distracciones a la sombra ni que su contacto con señoritas de compañía -como ahora se llama a putas, meretrices, prostitutas, rameras, zorras; y, más recientemente, sexoservidoras, trabajadoras sexuales, tabledancers, bailarinas o scorts entre “catrines”-, amerite golpes de pecho, aullidos contritos o lamentos por haber sido “víctimas” de una supuesta “celada”, según se quejara el repatingado y ya destituido coordinador de la bancada panista. Es que estamos hartos de bonos y sueldos millonarios, así como de abusos, engaños y simulación. Hartos del pudridero y de enredos que espejean el carácter y los negocios de quienes pretenden dirigir el destino del país, mientras se enriquecen y pagan veleidades con nuestros impuestos.
El tal Luis Alberto Villarreal y su hermano Ricardo, exhibidos por el periódico Reforma y guanajuatenses, “como Dios manda”, están relacionados con el grupo de los Rojas Cardona, conocidos “casineros”. De él se dice, además, que estuvo involucrado “en el escándalo de las extorsiones que hacían los diputados a los alcaldes”, como ya es del dominio público. Una finísima persona, pues, que como al diputado Martín López Cisneros, le gusta “quitar una pelusa de la espalda” a las “animadoras sociales” que amablemente acuden a sus pachangas, “estrictamente privadas”.
Del listado de miembros de la cúpula panista, “incondicionales a Madero”, que aparecieron en el video de la exclusiva y carísima Villa Balboa, destacan el también removido vice coordinador de la bancada y lugarteniente de Madero, Jorge Villalobos, Martín López Cisneros, diputado por Nuevo León e integrante del Comité de Administración del Poder Legislativo, Alejandro Zapata Perogordo, miembro del Consejo Rector del Pacto por México y José Alfredo Labastida Cuadra, secretario técnico del Grupo Parlamentario; es decir, finísimos sujetos, “cráneos privilegiados”, como gustaría llamarlos a Valle Inclán y parlamentarios ejemplares, en quienes podemos depositar la esperanza de subsanar la corrupción que ahoga al infortunado país al que le llueve de todo, menos decencia, calidad política y justicia social.
No será con esta cáfila de vividores con quienes se construya una democracia digna, como la merecemos y por la que trabajamos quienes aún creemos en que es posible un México que no nos avergüence ni nos destaque en los primeros puestos de los corruptos mundiales. ¡Cuidado con los conservadores y los fanáticos!, me decía un difunto simpatizante de la Teología de la Liberación: “son gente peligrosa: llevan en el alma al demonio agazapado”.