Saldos de enero y el fin del asombro
En el reino donde todo es posible -el absurdo de preferencia-, enero dio al traste con mi capacidad de asombro. De los varios adelantos de diciembre, (in) Maduro comenzó a quitarme el aliento al hacerse presente aquí, donde, con la controversial excepción de Fidel Castro, los dictadores no eran apreciados ni bienvenidos. Previamente MORENA y sus aliados anticiparon el México por venir al engrosar su concepto de “izquierda” con la inaudita incorporación de 40 diputados extraídos de la CNTE, a cuyo incivilizado, corrupto e insaciable “activismo” deben algunas generaciones de marginados la condena de perpetuar la miseria con ignorancia.
Acorde al peor populismo, AMLO está asegurando a billetazos su “base social”, a costa del necesario gasto público y de programas de desarrollo. Con becarios de toda ralea y tras la mascarada del “pueblo bueno y sabio”, su gobierno premia la delincuencia, la zanganería y el abuso a costa de quienes pagamos impuestos. Carente de proyecto nacional, sin incrementar la riqueza ni la productividad del país, su decisión daña desde la raíz la cultura del esfuerzo, el régimen de derecho, la política del trabajo responsable, el deber del Estado y la verdadera justicia social, por no abundar en lo demás. En el reglón de los premios cabe la vergonzosa e indigna familia de la CNTE en el Congreso. Además de otras lindezas que deberían poner la cara roja de vergüenza a quienes hablan de corrupción, los “legisladores” morenistas más pronto que tarde consiguieron borrar hasta el último vestigio de la reforma educativa. Todo está coordinado para rematar lo que queda de las instituciones, de la productividad y de un ritmo de crecimiento congruente con las democracias contemporáneas.
Y para ponerles en la oreja esta tremenda preocupación, comiencen a reflexionar lo que significa el mimo incondicional del Ejecutivo a las fuerzas armadas: aval infalible, como se sabe en nuestra América Latina y el Caribe, del gobierno del Único Uno, de la Ley del porque lo digo yo, del Gabinete de un solo hombre coreado por su cohorte de seniles y serviles, así como de bobalicones y dóciles, inexpertos, beneficiarios y dispuestos a seguir a su líder, al guía, al Mesías, redentor o como quieran llamarle al único en posesión del Poder. Un Poder señalado por arbitrariedades que ya constituyen el santo y seña lópezobradorista.
Más allá de cualquier plan educativo, político, económico o social, que por supuesto no existe, no hallo en cuál de entre tantos horrores detenerme. ¿Cómo es que un solo hombre puede deshacer tanto en tan poco tiempo? ¿Y cómo es que su cohorte de validos callan, conceden y le aplauden? Enero nos deja el saldo del descenso de México. Sin merma del “fenómeno huachicol” y sus derivados, ya casi nada nos falta. Inclusive nos topamos, otra vez, con la resurrección de la buena de Elba Esther y su codicia indeclinable: un sueño de lo absoluto que, en contrapunto de la utopía de Moro o de Vasco de Quiroga, ha conseguido dar forma a su indeseable y nada ficticia distopía. Y es que ella, que todo sabe de haberes y poderes desde el que se tenía por invencible SNTE, ya endulza su libertad y sus aspiraciones con el anuncio de otro “partido político”, ¡faltaba más!
¡¡¡Pobre, nuestro pobre México!!! ¿Tendremos remedio? ¿El “otro” es el culpable? ¿Acaso Mambrú, el extraño enemigo?
Era ley de vida que cada generación luchara contra la psicoanalítica ley de Cronos y de Zeus. Me refiero a la nociva Ley del Padre, equivalente al poder absoluto. Arquetipo del castrador, tiránico y devorador de sus vástagos, el Padre incuestionable es el dictador emblemático que premia, otorga, quita, pone y castiga sin más norma que su regalada gana… Zeus no sólo es el incapaz de amar nada que no sea él mismo, sino el que impide la indispensable dinámica del cambio, a cargo de las siguientes generaciones. El Padre del cielo encarna el autoritarismo desde la noche de los tiempos. Su inmensidad se asienta sobre los hijos para impedirles crecer, pues nada le aterroriza tanto como ser destronado, ensombrecido y superado por jóvenes rivales. En contrapunto de los Cronos y Zeus redivivos, que hacen lo indecible para evitar el ascenso de la sangre nueva, sin cuya energía y aportación no existiría el progreso, los padres amorosos y sanos propician las condiciones para que sus hijos, su entorno y sus obras superen a las suyas. Los mitos, pues, siguen siendo aleccionadores y siguen alojados en el inconsciente colectivo. Y en eso estamos: en el apego al retroceso y en el odio a un porvenir mejor al saldo recibido.
Desde la activísima y añosa agitación popular emprendida por un AMLO elevado a paradigma de la obcecación, la propaganda no abandona el monotema de una supuesta “cuarta transformación”, sin pies ni cabeza. Estamos a expensas de un gobierno caprichoso, excluyente, improvisado, sin programa de desarrollo, de espaldas al progreso y al régimen jurídico. El gobierno del Único-Uno tiene empleados no funcionarios responsables. Su desinterés por asuntos tan prioritarios como el medio ambiente, los feminicidios, el robo de infantes y adolescentes, la desaparición de personas, la narcoeconomía, la política laboral y sus correlativas inversiones, la educación, la ciencia y la cultura, la salud, la situación del campo y de la industria, la planeación urbana, la producción de alimentos, etc. está cargado de malos augurios.
Podemos dar como anticipos desgraciados los eventos de enero: un camión con ganado se vuelca y el “pueblo bueno y sabio” corre a robarse a los animales. Los abre en canal allí mismo, los destaza y, felices, hurtan con absoluta impunidad hasta el aire de las llantas. Signos y más signos del declive que nos dejan a las personas responsables en total impotencia. Otro camión se accidenta cerca de x poblado y ocurre lo propio con la mercancía que transportaba. No se diga del estallido provocado por los alegres hidalguenses en los linderos de Teltipan –Tlahuelilpan que, en pleno furor huichicolero y mientras se ponía de manifiesto el mal manejo del asunto petrolero, fantasearon ganancias fáciles y se encontraron con la más espantosa de las muertes. Listos –¡eso sí!- los familiares de las víctimas exigieron indemnización al gobierno: 10 millones por muerto, 5 por herido… Comprensivo, AMLO responde que tanto no, que para “que no roben” los compensará con “salarios” superiores a los devengados por la mayoría de profesionistas, científicos, músicos, artistas, creadores, médicos, enfermeros y trabajadores en general que han invertido años y esfuerzo en formarse y participar del desarrollo del país.
Presidente, jefe de su propia propaganda, encargado de su oficina de prensa, locutor, animador, estratego, ejecutante… Que las cosas han cambiado, ni quién lo dude. Desde el lenguaje, la actitud y la apariencia de la gerontocracia hasta el estilo personal de gobernar, nada se ha dejado sin afectar. Cultura, nuestro infortunado Fondo de Cultura Económica del que ya no es posible agregar más lamentos, el tambaleante Banco de México, el sistema de salud, la educación pública, la controversia alrededor del Aeropuerto, el aterrador anuncio del tren maya –fantasía personal y entrañable de AMLO-, la obsesión petrolera y el drama cotidiano de una verdad que el Ejecutivo ondea como divisa de su cualidad de estadista… La lista es larga y el problema que se cierne sobre todas las clases sociales, por diferentes causas, ni es inocultable y tampoco acepta interpretaciones porque es absolutamente obvio para quien quiera y pueda observar.
Si, los griegos lo sabían: los dioses ciegan a quienes quieren perder.